La semana pasada apareció la noticia de que se había confirmado que el uso de transgénicos de maíz en México había afectado los cultivos de maíz tradicionales. Además de esto, en Europa, algunos países apoyaron la restricción a la entrada de semillas de transgénicos a sus territorios.
Como era de esperarse, las organizaciones que apoyan los transgénicos argumentaron que "era lamentable que no se le dé la oportunidad al productor de elegir que semillas utilizar".
Sin embargo el asunto de México me deja preocupado. Siempre se argumentó [de parte de las grandes empresas productoras de estas semillas] que éstas no podían hacer daño a los cultivos tradicionales, pero ahora se ha visto que sí existen daños que se pueden causar. Se ha pasado de la probabilidad al nefasto resultado.
Partiendo de esto, el uso de semillas de transgénicos no se limita sólo al hecho de "dar a elegir al productor/campesino/agricultor qué semillas cultivar", sino al hecho de que éstas pueden afectar la biodiversidad de un territorio. Es por este motivo que el uso de tales productos debe estar reglamentado al extremo [por no decir prohibido para territorios como el nuestro], a fin de que no exista ni la posibilidad de afectar los miles de productos que salen de la tierra, además del daño que se puede causar a quienes no tienen otra posibilidad que la de los cultivos tradicionales y no tecnificados [campesinos pobres].
Ahora, vemos que en muchas partes del mundo [sobretodo en el llamado "primer mundo"], cada vez más se prefiere los productos orgánicos, libres de modificaciones genéticas, pesticidas, etc. En mi opinión, el Perú debe aprovechar tal mercado y dirigir su economía a la producción, y mejoramiento de todos los productos que puede ofrecer, para así posicionarnos como un país que da al mundo productos saludables.
Abrir la puerta alegremente al uso de transgénicos sería una especie de "suicidio ecológico" para un territorio tan rico como el que tiene el Perú.
[Imagen tomada de geroa.org]
